lunes, 1 de octubre de 2007

Metamorfosis.


Asi fui retratado en la sala de mapas. Hubo una epoca en que fui tenido por caballero distinguido, finamente educado, cultivado, viajado y leido. Conocedor de las ciencias y las artes, erudito conversador.

Años de práctica como cartógrafo a las ordenes de su majestad, habian pulido sutilmente dotes de precisión, de observación por el detalle sin perder la perspectiva de las grandes escalas.

Una mente analítica, -las cartas no son otra cosa que un juego cartesiano de ordenadas y abscisas- y una educada intuición para interpretar la señales de la naturaleza, los bajios bajo una corriente que se acelera en la bajamar, la continuidad de los perfiles y naturaleza de la costa allá donde la sonda no encuentra fondo, o la laguna que se vapora bajo el deasrrollo vertical de un cumulonimbo me hicieron acreedor de no pocas menciones y reconocimientos entre mis pares, y , según tengo entendido, hasta en el almirantazgo y la corte.

Poco podía sospechar entonces- ingenuo de mi- que parejo a dichas menciones germinaba la envidia más turbia y los celos más mezquinos. Aquellos que un dia acabarían por inundar la sentina de mi buque..... Debí haberlo visto venir.

5 años más tarde..... asilvestrado, montaraz, hirsuto, despojado de la peluca empolvada y de la sensibilidad de quien ha recurrido a la rapiña, el canibalismo y otras atrocidades para sobrevivir, de quien ha abrazado la bandera de la calavera sin pudor, embriagado de aguardientes destilados de los más peregrinos orígenes. Rindiendo culto a fetiches paganos, a totems animistas , cubierto de abalorios , marcado por cicatrices y tatuajes -cada uno en memoria de batallas nada gloriosas, pero de las que puedo contar.

"Condenado estoy a muerte,
jajaja, yo me rio.
No me abandone la suerte.
Pues a aquel que me condena,
colgaré de alguna antena , quizás en su propio navio"

Fuerte llama el grito de venganza en las entrañas de aquel que acarició muchas veces la única bala disponible en su trabuco que podría haber puesto fin a su sufrimiento. Una bala nunca disparada, y reservada para cuando llegue el momento.

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